Bosques de la región sur, amenazados con cambios de uso de suelo. Fuertes disputas por el agua, deforestación y desplazamiento de propiedades, efectos de la penetración de los productores michoacanos
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO
En el primer lustro del siglo, la región sur de Jalisco estuvo amenazada con la quiebra económica, al desplomarse el precio de la madera —previamente inflado por la intensa especulación que desató la industria del lavado de dinero del narco—. Pero llegó el boom de los invernaderos y sobre todo, de las huertas de aguacate, y surgió una nueva bonanza que hoy propicia un modesto crecimiento y empleos, mientras otras zonas del país colapsan socialmente.
Los cálculos sobre la expansión de la “frontera aguacatera” —promovida principalmente con capitales del vecino estado de Michoacán— son variables; fuentes conservadoras hablan de seis mil a siete mil hectáreas de huertas —en 2007, la Secretaría de Desarrollo Rural de Jalisco reportó apenas 2,167 hectáreas—, pero don Elías González Flores, el principal productor jalisciense, señala que seguramente se rebasaron ya doce mil hectáreas, tal vez hasta quince mil. “Se ha duplicado año con año en los últimos cinco, aunque va a tender a estabilizarse ahora”, dice convencido.
El problema es que se trata de una dinámica desordenada. Datos oficiales revelan que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) solamente ha emitido diez permisos para cambiar el uso de suelo de bosques donde se establecen las plantaciones de esta laurácea domesticada hace cuatro mil años en Mesoamérica, una de las joyas de la exportación mexicana en la actualidad.
En el resto de los nuevos huertos, rigen patrones diversos: o son terrenos que ya habían sido alterados por la deforestación histórica, o sencillamente, se transforman de manera ilegal.
“La gente de aquí mismo ha estado también comprando predios para huerta, pero en menor escala; la mayor parte es gente de fuera, sobre todo de Michoacán, que tiene ya el camino andado y sabe cómo se debe gestionar”, señala el prestador de servicios técnicos Aldo Rivera Ramos. Otra opción socorrida son los arrendamientos a 20 años o más, situación que muchos propietarios facilitan, pues trabajar su bosque en pie, degradado, jamás les otorgaría una renta similar a la que reciben.
Cuenta mucho la capacidad económica. Según don Elías González, se necesitan aproximadamente 30 mil pesos por hectárea para lograr el cambio de uso de suelo —recurso que se aporta al Fondo Forestal Mexicano—. Independientemente, se deben invertir de 150 mil a 200 mil pesos por hectárea previo a consolidar la huerta y que empiece a producir y dar ganancias. Pero se puede aprovechar la madera extraída para comercializarla y amortiguar una parte de la inversión.
Un ejemplo: unos empresarios michoacanos se hicieron del predio El Meco y anexos, en San Gabriel. Compraron unas 300 hectáreas, y se les autorizó desmontar el bosque en 170 hectáreas, para lo cual pagaron alrededor de 5.5 millones de pesos al fondo. Pero sacarán hasta quince mil metros cúbicos de madera, con un valor comercial no menor a ocho millones de pesos, independientemente de que empezarán a cosechar en tres años. Así, se trata en realidad un negocio redondo.
“Es tan valioso lo que tenemos en el bosque, que el propio bosque está financiando su destrucción”, comenta irónico Javier Magaña, empresario forestal. “No estoy en contra de que se hagan huertas, sólo digo que se deben buscar los espacios ya abiertos, y esperar que el bosque permanezca; el manejo del bosque es el futuro para el que tenemos vocación en esta región”, añade.
Y es justamente una de las grandes dudas. En el caso de El Meco y anexas, se ha derribado un bosque de pino y encino situado a poco más de mil metros de manantiales que surten unos quince poblados de la zona —lo que hace que cubra un requisito de ley—; pero la interrogante que nadie responde es si esto afectará la dinámica del agua. Para los moradores de San Gabriel, la respuesta es sí, aunque no han logrado detener la transformación.
Las altitudes ideales para las huertas van de 1,700 a 2,200 metros sobre el nivel del mar. Dos factores decisivos en su implantación son la calidad del suelo y el agua.
“Se necesita un suelo permeable, porque al aguacate no le gusta la saturación de agua, y si tiene un suelo arcilloso que se sature de humedad, a las raíces de los árboles se les mete un hongo y se empiezan a secar las ramas por un lado y otro, y va a llegar un momento en que ese árbol se va morir”, observa don Elías. La disponibilidad del agua es aún más crítica, porque las plantaciones demandan ingentes cantidades del recurso para sobrevivir.
Pero hay opiniones divergentes. “Lo que buscan es básicamente el clima; la tecnología ya les permite escarbar e introducir suelo de la calidad necesaria, y además, hay muchísimas obras en todas estas montañas para retener agua de lluvia. Claro, depende del dinero que traigas para resolver mejor esto, es lo que te puede detener”, señala escéptico un ecologista de la región.
Esta es la dinámica del boom aguacatero michoacano. En el estado vecino, productor de un cuarto del aguacate del mundo, las huertas se extienden sobre más de 86 mil hectáreas, según datos de 2008. En esa entidad, la amplia demanda del mercado internacional propició que las plantaciones rebasaran la franja más propicia —que garantiza altos rendimientos— y penetraran el bosque en zonas con condiciones ambientales desventajosas, lo que ha causado menores rendimientos y daños ecológicos de consideración (Público, 14 de diciembre de 2008). Por eso, los dueños del cluster miraron al sur de Jalisco, vecino cercano y con climas similares.
Si se reproduce el esquema, pronto toparán con la misma realidad: el acceso a terrenos cada vez menos productivos. No obstante, don Elías González, el pionero de la región, no es pesimista. Piensa por un lado que la expansión aguacatera se deberá estabilizar pronto, pues hay ya pocas áreas serranas propicias. Por el otro, ha acordado con sus socios abrir plantaciones en el valle de Zapotlán, de forma experimental, con miras a sumar a la producción, en un par de años, hasta mil hectáreas más de tierras que tenían uso agrícola.
“Lo que necesitamos aquí es orden y gobernanza; el gobierno debe darle más atención al tema y orientar a los productores, no ponerles trabas y hacerlos irse por su cuenta […] cuando un departamento gubernamental oriente y dé asistencia técnica, se dejarán de poner huertas donde no hay condiciones y se evitarán daños económicos a la gente y daños al bosque. Si no hay gobernanza no vamos a tener un negocio redituable…”, advierte.
El fantasma es una nueva depresión económica, como la que se abatió en la zona cuando el metro cúbico de madera bajó de 1,200 a 750 pesos, hace seis o siete años. Y el colapso ambiental de la principal región forestal de Jalisco.
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Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO
En el primer lustro del siglo, la región sur de Jalisco estuvo amenazada con la quiebra económica, al desplomarse el precio de la madera —previamente inflado por la intensa especulación que desató la industria del lavado de dinero del narco—. Pero llegó el boom de los invernaderos y sobre todo, de las huertas de aguacate, y surgió una nueva bonanza que hoy propicia un modesto crecimiento y empleos, mientras otras zonas del país colapsan socialmente.
Los cálculos sobre la expansión de la “frontera aguacatera” —promovida principalmente con capitales del vecino estado de Michoacán— son variables; fuentes conservadoras hablan de seis mil a siete mil hectáreas de huertas —en 2007, la Secretaría de Desarrollo Rural de Jalisco reportó apenas 2,167 hectáreas—, pero don Elías González Flores, el principal productor jalisciense, señala que seguramente se rebasaron ya doce mil hectáreas, tal vez hasta quince mil. “Se ha duplicado año con año en los últimos cinco, aunque va a tender a estabilizarse ahora”, dice convencido.
El problema es que se trata de una dinámica desordenada. Datos oficiales revelan que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) solamente ha emitido diez permisos para cambiar el uso de suelo de bosques donde se establecen las plantaciones de esta laurácea domesticada hace cuatro mil años en Mesoamérica, una de las joyas de la exportación mexicana en la actualidad.
En el resto de los nuevos huertos, rigen patrones diversos: o son terrenos que ya habían sido alterados por la deforestación histórica, o sencillamente, se transforman de manera ilegal.
“La gente de aquí mismo ha estado también comprando predios para huerta, pero en menor escala; la mayor parte es gente de fuera, sobre todo de Michoacán, que tiene ya el camino andado y sabe cómo se debe gestionar”, señala el prestador de servicios técnicos Aldo Rivera Ramos. Otra opción socorrida son los arrendamientos a 20 años o más, situación que muchos propietarios facilitan, pues trabajar su bosque en pie, degradado, jamás les otorgaría una renta similar a la que reciben.
Cuenta mucho la capacidad económica. Según don Elías González, se necesitan aproximadamente 30 mil pesos por hectárea para lograr el cambio de uso de suelo —recurso que se aporta al Fondo Forestal Mexicano—. Independientemente, se deben invertir de 150 mil a 200 mil pesos por hectárea previo a consolidar la huerta y que empiece a producir y dar ganancias. Pero se puede aprovechar la madera extraída para comercializarla y amortiguar una parte de la inversión.
Un ejemplo: unos empresarios michoacanos se hicieron del predio El Meco y anexos, en San Gabriel. Compraron unas 300 hectáreas, y se les autorizó desmontar el bosque en 170 hectáreas, para lo cual pagaron alrededor de 5.5 millones de pesos al fondo. Pero sacarán hasta quince mil metros cúbicos de madera, con un valor comercial no menor a ocho millones de pesos, independientemente de que empezarán a cosechar en tres años. Así, se trata en realidad un negocio redondo.
“Es tan valioso lo que tenemos en el bosque, que el propio bosque está financiando su destrucción”, comenta irónico Javier Magaña, empresario forestal. “No estoy en contra de que se hagan huertas, sólo digo que se deben buscar los espacios ya abiertos, y esperar que el bosque permanezca; el manejo del bosque es el futuro para el que tenemos vocación en esta región”, añade.
Y es justamente una de las grandes dudas. En el caso de El Meco y anexas, se ha derribado un bosque de pino y encino situado a poco más de mil metros de manantiales que surten unos quince poblados de la zona —lo que hace que cubra un requisito de ley—; pero la interrogante que nadie responde es si esto afectará la dinámica del agua. Para los moradores de San Gabriel, la respuesta es sí, aunque no han logrado detener la transformación.
Las altitudes ideales para las huertas van de 1,700 a 2,200 metros sobre el nivel del mar. Dos factores decisivos en su implantación son la calidad del suelo y el agua.
“Se necesita un suelo permeable, porque al aguacate no le gusta la saturación de agua, y si tiene un suelo arcilloso que se sature de humedad, a las raíces de los árboles se les mete un hongo y se empiezan a secar las ramas por un lado y otro, y va a llegar un momento en que ese árbol se va morir”, observa don Elías. La disponibilidad del agua es aún más crítica, porque las plantaciones demandan ingentes cantidades del recurso para sobrevivir.
Pero hay opiniones divergentes. “Lo que buscan es básicamente el clima; la tecnología ya les permite escarbar e introducir suelo de la calidad necesaria, y además, hay muchísimas obras en todas estas montañas para retener agua de lluvia. Claro, depende del dinero que traigas para resolver mejor esto, es lo que te puede detener”, señala escéptico un ecologista de la región.
Esta es la dinámica del boom aguacatero michoacano. En el estado vecino, productor de un cuarto del aguacate del mundo, las huertas se extienden sobre más de 86 mil hectáreas, según datos de 2008. En esa entidad, la amplia demanda del mercado internacional propició que las plantaciones rebasaran la franja más propicia —que garantiza altos rendimientos— y penetraran el bosque en zonas con condiciones ambientales desventajosas, lo que ha causado menores rendimientos y daños ecológicos de consideración (Público, 14 de diciembre de 2008). Por eso, los dueños del cluster miraron al sur de Jalisco, vecino cercano y con climas similares.
Si se reproduce el esquema, pronto toparán con la misma realidad: el acceso a terrenos cada vez menos productivos. No obstante, don Elías González, el pionero de la región, no es pesimista. Piensa por un lado que la expansión aguacatera se deberá estabilizar pronto, pues hay ya pocas áreas serranas propicias. Por el otro, ha acordado con sus socios abrir plantaciones en el valle de Zapotlán, de forma experimental, con miras a sumar a la producción, en un par de años, hasta mil hectáreas más de tierras que tenían uso agrícola.
“Lo que necesitamos aquí es orden y gobernanza; el gobierno debe darle más atención al tema y orientar a los productores, no ponerles trabas y hacerlos irse por su cuenta […] cuando un departamento gubernamental oriente y dé asistencia técnica, se dejarán de poner huertas donde no hay condiciones y se evitarán daños económicos a la gente y daños al bosque. Si no hay gobernanza no vamos a tener un negocio redituable…”, advierte.
El fantasma es una nueva depresión económica, como la que se abatió en la zona cuando el metro cúbico de madera bajó de 1,200 a 750 pesos, hace seis o siete años. Y el colapso ambiental de la principal región forestal de Jalisco.
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El “oro verde”
Con más de 1.1 millones de toneladas al año, México es el principal productor de aguacate del mundo.
A los aguacateros michoacanos les gusta llamar “oro verde” al preciado fruto que producen y exportan a un mercado internacional cada vez más demandante.
Las exportaciones del sector rebasan 400 millones de dólares y le ingresan por arriba de ocho mil millones de pesos anuales.
Los aguacateros de Jalisco ya exportan a Estados Unidos, Canadá, Francia y Japón.
27 estados de la república producen aguacate, aunque Michoacán tiene 84 por ciento de la superficie y 90 por ciento del valor de la producción.
Con más de 1.1 millones de toneladas al año, México es el principal productor de aguacate del mundo.
A los aguacateros michoacanos les gusta llamar “oro verde” al preciado fruto que producen y exportan a un mercado internacional cada vez más demandante.
Las exportaciones del sector rebasan 400 millones de dólares y le ingresan por arriba de ocho mil millones de pesos anuales.
Los aguacateros de Jalisco ya exportan a Estados Unidos, Canadá, Francia y Japón.
27 estados de la república producen aguacate, aunque Michoacán tiene 84 por ciento de la superficie y 90 por ciento del valor de la producción.
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Un problema similar afectó al pico de Tacíntaro
En el Nevado, los aguacateros se llevan el agua
Por sus tipos de suelo y su escasa disponibilidad de agua, el Nevado de Colima no reúne condiciones para alojar grandes huertas de aguacate, pero en la actualidad hay una fuerte disputa por los manantiales derivada del uso que dan las plantaciones de ese fruto que se han ido enclavando en las faldas de la mayor montaña occidental del país.
El director del área protegida, José Villa Castillo, reconoce que el problema hasta ahora no es el cambio de uso de suelo forestal, pues la mayor parte de las plantaciones están en viejos bosques de durazno, de manzana o zarzamora que fueron establecidos hace dos o tres décadas en las zonas de El Fresnito, Los Mazos o El Alpizahue, en alturas que van de 1,500 a dos mil metros sobre el nivel del mar.
“El tema del agua es el más candente por ahora, porque ya está causando conflictos, sobre todo en el parque nacional que es un terreno federal, no hay ejidos, y tiene doce manantiales que son propiedad del parque pero son usados por aguacateros y ganaderos”, explica. Hoy “se observan muchas presas de captación de agua de lluvia; casi todas las huertas tienen ese tipo de componente, lo cual quiere decir que el agua que proporciona el Nevado no es suficiente, porque es agua que también surte a las comunidades rurales”.
El decreto del parque nacional es expropiatorio, es decir, “no hay ningún ejido adentro”; pero parte de los manantiales que allí nacen fueron concesionados. “Sí tienen concesión, no de todos los manantiales, pero usan toda el agua los manantiales”, subraya.
—¿Las huertas pone en riesgo los servicios ambientales del volcán?
—No sabría decirlo; no hay estudios o no los conozco, para ver si realmente las huertas de aguacate tienen un impacto en esto; los manantiales están entre los 3,000 y 3,500 metros sobre el nivel del mar, creo que la fábrica de agua está en la parte alta de la montaña, pero tendría que estudiarse más.
—¿No se puede hablar de una tendencia a subir las huertas a la parte alta de la montaña?
—Ese sería un problema de cambio de uso de suelo hormiga forzado, tal como sucede en el pico de Tacíntaro, donde presiones de las mismas comunidades, por la misma situación social, le quitó la declaratoria como parque nacional y lo dejó como área de protección de flora y fauna, para que estuviera acorde a las actividades, y esa montaña está invadida de huertas de aguacate […] no creo que esto pase en el Nevado, pero la tendencia en la demanda del producto y la consecuente expansión de la frontera de los huertos sí son una amenaza.
Habló también del caso de los cuatro polígonos de bosque mesófilo de montaña o de niebla que constituyen un área protegida estatal, de la que también es responsable como director: “Creo que en los mesófilos hay condiciones favorables para establecer huertas de aguacate, por la altitud, el suelo, el clima y el agua; son las zonas más productivas de agua y las más fértiles; aunque estos bosques podrían tener imposibilidad física porque están en barrancas, pero no lo podemos descartar; vuelvo al ejemplo del Tancítaro: los mesófilos del fueron los primeros en desaparecer, por estas características bióticas del sitio”.
1 comentario:
Acá en Hong Kong los aguacates mexicanos compiten con los australianos que son orgánicos pero al casi triple de precio. Cuando no encuentro los mexicanos no me queda de otra que comprar los australianos y no veo mucha diferencia entre uno y otro. La verdad yo prefiero el sabor de los mexicanos, ¿será psicológico? Y bueno, el precio ayuda. El aguacate mexicano es el que más se encuentra en los supermercados. Supongo lo mismo pasa en China. Antes de que los clonen, por supuesto. Hasta huevos falsos existen en China. Sí, y no me pregunten como son, no tengo idea ni como los "fabrican". Yo lo sé porque esos casos escandalosos de alimentos falsos siempre son reportados en los medios informativos de Hong Kong.
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