Arriba, ceremonia huichol, impregnada de misticismo, en San Andrés Cohamiata. Abajo, huicholes en un plantón en Santa Catarina. Fotos de Felipe Salgado e Iván García
La comunidad wixárica presiona la salida de indígenas conversos al protestantismo; las diferencias religiosas ponen en riesgo la paz en la sierra Huichola. El gobierno de Jalisco, indiferente al problema
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO
José de Jesús de la Cruz González es un cristiano bautista de origen huichol, que lee en clave bíblica la desgracia que enfrenta su pequeña comunidad monoteísta en medio del mundo wixárica, a su juicio idólatra, y decididamente hostil. “Si a mí me han perseguido, os perseguirán a vosotros”: Juan, 15-20.
Amenazados desde hace casi un año por su pertenencia a esta iglesia heredera de la Reforma, los suyos prueban en carne propia la dificultad de ser minoría en el enclave huichol de Tuxpan de Bolaños, que vive su propio proceso de enfrentamiento con la modernidad y la occidentalización secularista, que paradójicamente vendrá tras esa fe espiritualista y rígida de los bautistas, que divorcia del mundo y desencanta a la naturaleza ancestral, justo las bases de la creencia milenaria de los aborígenes de la sierra.
Una respuesta concreta a ese desafío ha sido la expulsión de los que rompen la costumbre ancestral, un caso recurrente en estas montañas desde hace al menos tres lustros, y que también ha afectado a católicos romanos.
José de Jesús se convirtió hace seis años, cuando un pastor le habló de un Dios desconocido, y se convenció de sus obras. “Por cinco años estuvimos en paz, pero todo cambió en septiembre de 2008, cuando nos citaron a todos y nos dieron tres meses para regresar a la religión huichola”, explica a este diario. La acusación primordial fue que se negaban a cumplir los deberes comunitarios, entre ellos, participar en los ritos que los misioneros cristianos consideran “paganos”.
Así, las diez familias bautistas fueron condenadas con expulsión en diciembre de 2008. “Le preguntaron a la asamblea qué se iba a hacer con nosotros y dijeron: que se vayan de la comunidad; después les preguntaron que cuánto tiempo nos daban, y dijeron que cuando mucho quince días; y les preguntaron qué hacían si no nos íbamos, ‘pues hay que matarlos a todos’, eso gritaron los de la asamblea, aunque no sé si lo pusieron en el acta”, asegura De la Cruz González.
La pena quedó en suspenso. En semana santa de este año, tal vez en Viernes Santo, “nosotros veíamos la película de Cristo, compartiendo con lo otros cristianos; teníamos la televisión prendida y llegaron como 30 con el comisariado, todos ebrios, y se nos echaron encima…”. El resultado fue apagar el aparato para evitar mayores problemas. Luego, meses de tensa calma.
La advertencia de diciembre se refrendó el pasado 7 de junio, en asamblea comunitaria.
El acta de ese día, de la cual entregó copia el indígena bautista, dice: “…se discutió y analizó la situación de los wixaritari que gozan de alguna religión y que esta los limita u obliga a no practicar la cultura wixárica y cumplir las obligaciones comunales, siendo este el motor de los usos y costumbres de la comunidad […] se decidió desconocerlos [en diciembre de 2008] en cuanto a sus derechos comunales y culturales, solicitándoles que desocuparan los espacios territoriales que ocupan…”.
Como no acaeció de ese modo, “los comuneros han decidido nuevamente manifestar su postura anteriormente ya mencionada, dándoles un plazo de dos días, siete y ocho de junio […] en caso de no acatarse dicha solicitud, la comunidad en general tomará medidas estrictas”.
El documento señala el consenso de todos los órganos de gobierno de Waut+a-Tutsipa, y recuerda que antes de decidir se hizo “un proceso de sensibilización y reflexión para que se reivindicara a la cultura wixárica. Teniendo como resultado la negatividad de las personas [conversas al cristianismo]…”. Nombra a 20 adultos, “por mencionar algunos”.
La asamblea recuerda en el texto que tienen derechos colectivos y autonomía para tomar decisiones, que los estatutos comunales son la máxima ley interna y su validez está reconocida por convenios internacionales que México ha firmado.
Transcurrió el nuevo plazo, sin mayor novedad. El 11 de junio, “como a las diez de la noche”, se fue la luz de Tuxpan, por los fuertes vientos que anunciaban lluvia. Vecinos anónimos aprovecharon para apedrear la casa del misionero huichol. Cinco días después, se repitió la agresión, antes del amanecer.
—¿Por qué no regresar a su antigua religión y evitar todo esto?
—Yo he aprendido muchas cosas de Dios; yo pensaba que no existía Dios, y sí existe, él está vivo, no es una imagen, una piedra, una madera hecha por el hombre; está crucificado, lo mataron por culpa de nosotros, pero resucitó al tercer día; ahorita está en el cielo y, si antes me gustaba pelear, echar mentiras, emborracharme, agarrar cosas que no me pertenecían, Dios me ha prohibido hacer todas esas cosas, y no las hago.
—¿Antes en qué creía usted?
—Era como aquellos que están ahorita en el pueblo, que están con lo del maíz, lo del venado, lo del peyote…
Diez familias bautistas aferradas a su evangelio (en griego, “buena nueva”) resisten a una cultura curtida en la resistencia por casi cinco siglos. Las autoridades de Jalisco contemplan de lejos. “No sé si esperan que les llevemos el primer cuerpo tendido”, cavila el huichol, apóstata o redimido, según el cristal por el que se le mire.
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Problema crónico en pueblos indígenas. Líderes bautistas y asesor huichol ofrecen dos visiones del conflicto.
Debate: cultura y derechos religiosos
El problema esencial de las conversiones cristianas dentro de la cultura huichol es que rompen el tejido comunitario y llevan a dejar de cumplir deberes para con el núcleo social, advierte Carlos Chávez Reyes, director de la Asociación Jalisciense de Apoyo a Grupos Indígenas (AJAGI, AC).
“Nosotros no hemos intervenido como asesores que somos en materia jurídica, pero hemos advertido el problema y consideramos que el enfoque de la comunidad es más integral: se trata de que, al cambiar de religión, dejan de cumplir con sus deberes para con el resto de la comunidad, y son deberes de trabajo y también de fiestas […] A fin de cuentas, no es visto tanto como un problema de conciencia personal, sino de lo que se debe la persona a la comunidad, y por eso lo enfocan más por el lado agrario y de costumbre”, señala el también asesor del Congreso Nacional Indígena.
Chávez Reyes recuerda la postura histórica que han tenido las iglesias cristianas occidentales hacia la alteridad de los indígenas: una descalificación nacida de la supuesta inferioridad de la cosmovisión aborigen, que es juzgada “idólatra” por los apasionados del monoteísmo; donde la naturaleza es parte integral de un mundo sagrado y no existe el Dios personal como lo entienden los cristianos.
Omar Rodríguez, encargado de misiones de la Convención Regional Bautista Emmanuel, y Arturo Ribadeneyra, vicepresidente del mismo organismo, no niegan que el afán de pred icar “la palabra de Dios” tenga que ver con sacar del error a los moradores de la sierra.
“Se han visitado muchas comunidades, como El Venado, Ocota, Tierras Amarillas… el evangelio se está sembrando […] Muchos, por temor, siguen en la vida que tienen, en sus creencias, en el alcoholismo; nosotros les decimos que transformen sus vidas, que dejen sus vicios […] Hemos podido dialogar muchas veces con las autoridades de la comunidad, con el señor Magdaleno, recuerdo, dio largas al asunto de la expulsión, porque nosotros predicamos que se deben respetar a las autoridades, que se trabaje con la comunidad, pero que no sean idólatras… pero hubo cambio de autoridades y ahora la cosa está tremenda”, señala Ribadeneyra.
Pone en relieve que el gobierno en Jalisco ha sido lento en cumplir con su deber de investigar denuncias por amenazas y acoso, y espera que eso no se deba a que se trata de víctimas de minorías religiosas. “Espero que pese más ser mexicano que franciscano”, secunda Rodríguez, recordando el episodio de expulsión de franciscanos en Santa Catarina, de 1995, en el cual la intervención de gobierno panista sí fue enérgica a favor de la orden católica.
Hoy esperan que se preserven derechos igual de preciosos, si bien bajo otra denominación religiosa.
El problema esencial de las conversiones cristianas dentro de la cultura huichol es que rompen el tejido comunitario y llevan a dejar de cumplir deberes para con el núcleo social, advierte Carlos Chávez Reyes, director de la Asociación Jalisciense de Apoyo a Grupos Indígenas (AJAGI, AC).
“Nosotros no hemos intervenido como asesores que somos en materia jurídica, pero hemos advertido el problema y consideramos que el enfoque de la comunidad es más integral: se trata de que, al cambiar de religión, dejan de cumplir con sus deberes para con el resto de la comunidad, y son deberes de trabajo y también de fiestas […] A fin de cuentas, no es visto tanto como un problema de conciencia personal, sino de lo que se debe la persona a la comunidad, y por eso lo enfocan más por el lado agrario y de costumbre”, señala el también asesor del Congreso Nacional Indígena.
Chávez Reyes recuerda la postura histórica que han tenido las iglesias cristianas occidentales hacia la alteridad de los indígenas: una descalificación nacida de la supuesta inferioridad de la cosmovisión aborigen, que es juzgada “idólatra” por los apasionados del monoteísmo; donde la naturaleza es parte integral de un mundo sagrado y no existe el Dios personal como lo entienden los cristianos.
Omar Rodríguez, encargado de misiones de la Convención Regional Bautista Emmanuel, y Arturo Ribadeneyra, vicepresidente del mismo organismo, no niegan que el afán de pred icar “la palabra de Dios” tenga que ver con sacar del error a los moradores de la sierra.
“Se han visitado muchas comunidades, como El Venado, Ocota, Tierras Amarillas… el evangelio se está sembrando […] Muchos, por temor, siguen en la vida que tienen, en sus creencias, en el alcoholismo; nosotros les decimos que transformen sus vidas, que dejen sus vicios […] Hemos podido dialogar muchas veces con las autoridades de la comunidad, con el señor Magdaleno, recuerdo, dio largas al asunto de la expulsión, porque nosotros predicamos que se deben respetar a las autoridades, que se trabaje con la comunidad, pero que no sean idólatras… pero hubo cambio de autoridades y ahora la cosa está tremenda”, señala Ribadeneyra.
Pone en relieve que el gobierno en Jalisco ha sido lento en cumplir con su deber de investigar denuncias por amenazas y acoso, y espera que eso no se deba a que se trata de víctimas de minorías religiosas. “Espero que pese más ser mexicano que franciscano”, secunda Rodríguez, recordando el episodio de expulsión de franciscanos en Santa Catarina, de 1995, en el cual la intervención de gobierno panista sí fue enérgica a favor de la orden católica.
Hoy esperan que se preserven derechos igual de preciosos, si bien bajo otra denominación religiosa.
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CLAVES
El problema religioso en la Sierra Madre Occidental
Históricamente, los aborígenes de la Sierra Madre Occidental fueron los más reacios a aceptar la dominación europea y la evangelización de las órdenes mendicantes católicas. Así, la conquista de los pueblos tarahumara, tepehuano, huichol y cora fue tardía e incompleta, protegidos por las montañas a las que posiblemente huyeron tras los primeros embates del imperio español. Las crónicas señalan que la conquista enntre coras y huicholes culmina hasta 1720
Tampoco el Estado laico liberal mexicano tuvo respuestas satisfactorias para ellos en los siglos XIX y XX. Primero, con políticas de desamortización de bienes, afectó millones de hectáreas de las comunidades a favor de las grandes haciendas; después, con una estrategia de aculturación que tendió a eliminar los idiomas y las visiones de mundo propias de esas comunidades. Los resultados fueron rebeliones y resistencia
En el periodo reciente, tras el levantamiento zapatista de 1994, se ha dado un auge de los derechos indígenas que ha llevado a posturas autonomistas e identitarias, lo que afecta la labor de predicación de misioneros cristianos, a los cuales se enfrenta en las comunidades porque la fe monoteísta provoca abandono de costumbres y daña el tejido comunitario, según arguyen los líderes indígenas
En 1995 se abrió el primer expediente de los últimos años de enfrentamiento religioso, o entre religión cristiana y costumbre indígena, en la sierra Huichola, luego de que la comunidad de Santa Catarina (Tuapurie) decidió expulsar una misión franciscana en Santa Clara, lo que derivó en una enérgica intervención del gobierno panista de Jalisco y una conciliación que no salvó el asentamiento de la orden mendicante
En Jalisco, la cuestión religiosa en la sierra ha motivado con posterioridad a ese hecho al menos dos recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, a favor de minorías religiosas protestantes, que demandan el derecho constitucional a la libertad de conciencia y la libertad de adorar al dios que cada individuo decida, pero con pocos resultados reales
Así, las recomendaciones han sido inútiles para propiciar que esas minorías evangélicas (adventistas, testigos de Jehová y bautistas, fundamentalmente) permanezcan en tierras huicholas. Decenas de huicholes han debido migrar a comunidades más tolerantes, ubicadas en la zona nayarita de la sierra, o hacia la capital de ese estado, Tepic, con un costo en desarraigo y pobreza que no ha sido bien resuelto por las autoridades locales y nacionales
Los líderes de las iglesias protestantes consideran que el gobierno jalisciense ha sido poco activo a favor de los derechos de estas minorías, lo cual deja en indefensión a sus miembros y los pone en riesgo de perder patrimonio e incluso la vida. Muchos piensan que eso deriva de la preferencia católica de los gobernantes.