viernes, 11 de enero de 2013

Futbol cinco, cuando la cancha se convierte en un jugar de ciegos




El DIF Zapopan ha abierto una nueva posibilidad a los discapacitados del municipio para que practiquen el juego de sus amores en canchas coninadas con pasto artiicial, en una modalidad del juego que se llama futbol cinco. La convocatoria formal será lanzada en breve. FOTOS DE MARIANA HERNÁNDEZ

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO

Si ilusión es “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos” (RAE, 22 edición), los ciegos son los menos proclives a hacerse ilusiones.

Un ciego, invidente, tendría que concebir el mundo de forma muy distinta a como lo hacen los muchos que sí ven, que por descarte se llaman videntes. Estos lugares comunes hay que recordarlos machaconamente en la sociedad regida por el Homo videns, la última encarnación del sapiens sapiens, y que como su nombre lo dice, tiene la virtud y el gusto de ver.

Pero quienes poseen el privilegio de la vista suelen ser tan malos para prever, y tan malos en las artes de la videncia —al grado de que un adivino de artes oscuras es llamado “vidente”, un ser excepcional—, que se ha llegado a creer que sólo usan ese sentido privilegiado para construirse ilusiones, que son casi siempre ilusorias y que nutren de falsas esperanzas a toda la humanidad ilusa.

Los ciegos no deben enfrentar esos inconvenientes, pero cuando se asoman al campo de futbol, suelen tener los mismos reflejos sorprendentes de sus vecinos con cinco sentidos. Es que el hombre no es tanto un ser que piensa, es un ser “que imagina”, dijo Cornelius Castoriadis.

En el DIF Zapopan algo saben de estas pasiones fútiles pero necesarias. Por eso, han comenzado a gestar una escuela del llamado “futbol cinco”, que se engrosará con un predominio de personas privadas de la vista, y que tiene sus propias reglas: cinco contra cinco; los porteros sí tienen vista (no hay radares humanos tan perfectos que sustituyan la nitidez y los reflejos del ojo), pero los jugadores ciegos tienen el apoyo de una especie de árbitros que les indican el lugar de la cancha y la cercanía de la portería. También se les debe gritar “¡voy!” para evitar algún encontronazo violento.



Édgar Rubén Mora Rodríguez, de 37 años, nació en Ocotlán, es aficionado a las chivas y perdió la vista a los 20. Sabe pues, bastante, del mundo de las imágenes.

“Con mis limitaciones siempre jugué, porque no veía normal el balón, esperaba a que el contrario tuviera la pelota y ya que la tuviera se lo quitaba o lo reventaba hacia arriba; siempre jugué de defensa central […] no era muy malo, me subía calientito por el futbol y metí varios goles, todo por cuestión de ubicación, mucha gente me pregunta que cómo lo hacía, y como yo veía el piso y la raya del área grande, más o menos ubicaba el ángulo para poder marcar la portería; entonces trataba de tirar angulado para meter goles, y siempre trataba de meterlos con chanfle para que se hiciera un efecto raro...”.

Este es el jugar de ciegos. El futbol es ineludiblemente cobijado por la imaginación. Algunos, como José Luis Carrillo Medina, nunca han visto la menor sombra y resulta imposible saber cómo pueden reconstruir en sus cerebros el juego con una esfera de hule llena de cascabeles, la gritería de los otros hombres, los estrépitos de ese balón al chocar sobre las paredes de madera o la red de metal. Pertenecen a un mundo incomunicado de la geometría visual.

Los que alguna vez vieron, saben lo que es ver rodar esas pelotas y por qué desatan pasiones oscuras. Otros ven un poco aún, las sombras del mundo, ese Protos Uranus de la fábula de Platón donde la idea proyectada sobre la pared es una figura redonda que gira enloquecida, anhelosa de gol y de grito escandaloso del júbilo irreprimible que hermana a humanos de todas las condiciones.

El joven José Luis juega con su condición cuando señala su pasión por el Guadalajara; “¿acaso hay otro?”, pregunta, como esperando un desmentido que nunca llega de los que sí ven.

Las chivas le enojan y le dan alegría. Cuando escucha el futbol por la televisión, “están hablando los cronistas entre sí y no te das cuenta de lo que pasa en la cancha, y te desesperas”.

—Pero en el estadio es más difícil porque nadie te está diciendo nada...
—No, lo que hago es que me llevo el celular y prendo el radio para saber.

El oído ayuda a tomar decisiones cuando juega. La escuela clásica dice que se marca al balón, y no al jugador, y la confirma este defensa lateral. “Al escuchar el balón tengo que usar la imaginación para saber a qué distancia está el jugador”.

La imaginación es, pues, ineludible, aunque fabrique engaños e imposturas. Los ciegos también lo saben.


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