miércoles, 28 de agosto de 2013

Caminos de extinción en las tierras del jaguar



                                                                                                        HISTORIA ECOLÓGICA DE LA SELVA DE JALISCO / 2
Las especies de los ecosistemas selváticos padecen la destrucción de la frontera forestal, sobre todo en la costa; una de cada cuatro especies viven riesgos. El jaguar es un emblema de ese conflicto. Arriba, La Pecas de El Tuito, nacida en 2003; abajo, su cuidador y huésped

Agustín del Castillo / Costa de Jalisco. MILENIO JALISCO

La Pecas ¿por dónde se salió? “Por la puerta, como el Chapo [Guzmán]”, responde con una sonrisa franca, aliviada, el comunero Enerio Castillón Rodríguez, y todos sueltan la carcajada.

Será la desproporcionada comparación entre una fiera silvestre en riesgo de extinguirse y el poderoso capo que —parafraseando a Mark Twain— “corrompió a una ciudad”; pero en su momento, no fue tan divertido que una hembra jaguar de 40 kilogramos y más de ocho años de edad escapara de su cómodo cautiverio para explorar una libertad nunca vivida en las selvas que la vieron nacer en 2003.

La escapada fue el 25 de noviembre de 2011. “Dejé abierto; ese día se vinieron a verificar el último apoyo que nos dio Semarnat [Secretaría de Medio Ambiente] y nos metimos a tomar fotos; cuando salí la Pecas ya no estaba, y que me dice mi esposa…”

— ¿Qué hizo la Pecas?

— Se empezó a despabilar y a mirar; con una varilla de dos metros mi esposa le pegaba para que se regresara y se volviera a meter, pero no hizo caso. Llegamos mi hijo y yo, y fuimos a seguirla por la vereda, la rodee, la estuvimos midiendo; fueron como 20 minutos de angustia, y la logramos regresar […] los nervios me atacaron después; pensé: y si hubiera atacado a mi esposa, o si nos hubiera atacado a todos…

Es el albergue que este ejemplar de Panthera onca tiene en el corazón de Bioto, en la comunidad indígena de Santa Cruz del Tuito, en la Costa Norte de Jalisco. Un animal con historia propia: rescatado de cazadores furtivos que mataron a su madre, y de compradores ilegales, generó un proyecto de conservación que ha sido apoyado a medias por el gobierno federal. Pero los comuneros y sus patrocinadores se aferran, aunque se deba comprar bovinos de desecho para dar 16 kilogramos de carne dos veces por semana a la Pecas y su consorte Lucky, un macho de dos años aportado por la Semarnat, con el que se espera reproducir la especie.

Este rincón es uno de los lugares donde el bosque tropical todavía domina imponente, entre los esplendores verdes del verano. El camino regala avistamientos: una magnífica boa constrictor de piel parda y moteada, una gran tarántula pardinegra, chachalacas azules y loros verdiamarillos que deambulan entre las copas tupidas de zalates, rosamoradas, habillos y tescalamas. Es uno de los últimos refugios del jaguar, el gran felino neotropical, amenazado con desaparecer, como tantas especies de estos ecosistemas que en Jalisco se destruyen a gran velocidad.

El monitoreo del gran gato que financió el gobierno de Jalisco entre 2009 y 2011 arroja una densidad de 2.6 a 5.5 jaguares por cada cien kilómetros cuadrados del territorio de la entidad: un centenar a lo sumo. Las panteras se concentran en la costa, y sus santuarios principales son las reservas protegidas de Manantlán, los volcanes de Colima, Chamela-Cuixmala, los territorios forestales de Tomatlán-Talpa y las selvas del Tuito.

“Por desgracia no existe un arraigo cultural por continuar con los usos y costumbres en el aspecto religioso o social del jaguar, y solamente son las personas de mayor edad las que se interesan. La modernidad es desapego a la naturaleza, así como el cambio de las costumbres”, dijo entonces el responsable del trabajo, Rodrigo Núñez Pérez.



Las noticias de ataques de “tigre” a ganado —causa o pretexto fundamental para cazarlo—, no cesan. Un felino ha andado matando bovinos en la zona de Los Plátanos; otro mató una vaquilla y dañó a un becerro en las mismas tierras de Enerio, le reportan a Gonzalo Curiel, el gestor del albergue en Bioto. Muertes recientes de tecuani (“fiera”, en náhuatl) se han dado, por accidente carretero. Una a la bajada a Vallarta cerca del crucero del ejido Provincia, en octubre de 2011. Otra en abril de este año, rumbo a Tomatlán, frente a los predios de Don Rosalío, un comunero.

Se trataba de ejemplares juveniles, posiblemente expulsados y en busca de territorios. Las carreteras, las armas de los ganaderos y de los cazadores deportivos, la fragmentación de los hábitats, son las amenazas para este imponente depredador que encabeza una pirámide trófica cada día más quebrantada: 40 por ciento de las 1,200 especies de flora documentadas, y al menos 144 de 422 de vertebrados existentes, entre los que destacan el ocelote, el tigrillo, el cocodrilo y las tortugas marinas, están sometidos a riesgos para su preservación a largo plazo.



EL ENGAÑO DE PERICO
Perico se llamaba el barco al que subió don José Serna Pulido una noche tormentosa de otoño de 1945 en Manzanillo, hacia Puerto Las Peñas (hoy Puerto Vallarta). Era una embarcación mediana cargada de mozos, cocineras e instrumentos para aserradero.

“Salimos a las 12 de la noche, pero había un tiempo muy malo; había marejadas tan fuertes que el barco se quedaba como en el vacío al brincar a la otra ola; duramos tres días y tres noches para llegar”, recuerda el centenario montaraz devenido a costeño, a fuerza de tiempo.

— Usted no conocía el mar ¿y estuvo a punto de hundirse?

— Sí, ni siquiera sé nadar, bonita cosa; todo mundo mareado, los mozos y las cocineras, hasta el patrón, y todo moviéndose; se paraba el barco y las mesas se iban para un lado, y luego se iban para el otro, o se clavaban; a mí de joven me gustaba mucho la charreada, jinetear, y entonces me encaramé de la caldera, y me agarré de la cadena como si fuera un toro, y me divertí jineteando, para que no me pegara el mareo…

El caos cesó. El nativo de El Durazno no reconoció lo que veía. “Me recosté cuando se calmó la tormenta, y luego gritaron: ¡ya está anclado!, y que me despierto, y dije, voy a ver ya el puerto de Peñas rodeado de cerros, pero nada, todo solo […] estábamos en Tehuamixtle, todo era un engaño…”.

Este fondeadero era sitio de embarque de maderas preciosas de Tomatlán, Talpa y Cabo Corrientes. El bajo nivel del mar hacía que los cargueros anclaran lejos y movieran los troncos y tablones flotando sobre la superficie del mar.

Los recién llegados se irritaron, pidieron liquidación y retorno; “para mi sorpresa, a mí no me la quisieron dar […] me pusieron a trabajar para abrir a pico y pala el camino, y como les gustó el modo, me aumentaban un peso diario para que no me fuera; y así nos la llevamos, venía el barco, quería irme y me retenían…”.

El camino era una línea paralela a la costa. Pasaba Ipala, otro embarcadero, y se llegaba al gran playón de Mismaloya. La obra la patrocinaba la señora Amparo Anaya, dueña del aserradero del Tule. En las huertas del playón lo contrataron de capataz, por diez pesos diarios. La Cruz de Loreto tenía tres fincas, “una de Pedro Ruiz; otra de Heriberto Michel…” —hace memoria—; para 1954, cuando pusieron el monumento funerario que le da nombre, eran ya 12. Allí pondría su residencia definitiva. “Era puro monte todo”.

Empeñoso, don José no cesa de trabajar. Participa en los años 60 en la apertura del canal para unir las aguas del estero El Ermitaño a la laguna de Agua Dulce; a fines de la década, caza un cocodrilo de tres metros que le deja una cicatriz permanente en la pierna, y deambula entre las tortugas marinas, que en las lunas llenas de cada otoño desovaban por miles, y parecía que jamás se iban a acabar. Y conoce al jaguar, una fiera peligrosa, pero en 70 años, jamás supo que atacara a un ser humano. “No atacaban personas, había mucho que comer […] yo creo que el animal teme más a las personas, que el humano al animal”.

SÁTIRA, TOMATLÁN, 1525
“El señor y cacique de aquel pueblo, salió con más de tres mil hombres muy galanes y con mucha plumería, con sus arcos y flechas, y en las manos unos dardos de Brasil muy agudos, tostados, que pasaran un arnés, y casi doscientos de ellos traían por divisas y capas cueros de tigres con las cabezas del tigre desolladas y moldadas, encajadas en las suyas, y sus brazos metidos en los brazos del cuero del tigre, con las manoplas colgando […] el cacique llevaba la misma divisa y un tigre pequeño, cachorrito […] para confirmación de paz, le presentaba aquel tigre manso y aquel estoque…”. Descubrimiento del valle de Sátira por Francisco Cortés de Buenaventura, en Crónica miscelánea de la santa provincia de Xalisco, Fray Antonio Tello.



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Claves

¿Selva o monte?

La selva seca o estacional es muy distinta de la selva húmeda. Tiene en promedio árboles de entre cinco y 15 metros de altura, y 95% de sus habitantes pierden las hojas en la larga estación seca. Los campesinos le llaman de forma despectiva, “monte”.

No obstante, es el ecosistema más rico en especies endémicas o exclusivas, fruto de una compleja adaptación y especialización a ambientes con alimento y agua escasa.

Los colonizadores de la selva de Jalisco, en promedio, apenas tres generaciones, desconocen el valor de muchas de sus especies, y apenas aprovechan 14% de las especies de “flora útil”, lo cual revela la escasa valoración que tiene para ellos el ecosistema.

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