lunes, 5 de abril de 2010

Jalisco: 20 años de deterioro ambiental


Más población, más autos, más basura y más contaminación, los saldos desarrollistas. La calidad de vida se desploma ante la especulación, advierte el investigador Arturo Curiel Ballesteros, Premio Jalisco de Ciencias 2009, en su colaboración para un libro editado por el gobierno del estado. En la foto, el incendio de 2005 en La Primavera

Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 4 de abril de 2010

En los últimos 20 años, los avances reales en materia ambiental que ha tenido Jalisco quedan opacados por el deterioro: 28 por ciento más población, 142 por ciento más autos, 54 por ciento más basura, 45 por ciento más fertilizante en tierras de cultivo, son elementos que desnudan con claridad un modelo de desarrollo especulativo y depredador, señala el investigador de la Universidad de Guadalajara, Arturo Curiel Ballesteros.

En su artículo “Medio ambiente: más allá de los recursos naturales”, que forma parte del libro 2 décadas en el desarrollo de Jalisco, 1990-2010, editado por el gobierno del estado y presentado en febrero pasado, el director del Instituto de Medio Ambiente y Comunidades Humanas del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) destaca que los recursos naturales de Jalisco, usados de forma equilibrada, dan para destinar el bienestar social. Pero no ha sucedido de ese modo.

“Los equilibrios necesarios se van perdiendo a causa de la injerencia de visiones de corto plazo, que han permitido posicionar a la especulación y una máxima ganancia económica en el espacio que deberían ocupar la planeación y un desarrollo económico sustentado en el bienestar de la población y la conservación de los sistemas vitales planetarios”, subraya.

La tendencia de esas dos décadas, por las que políticamente pasó la transición de gobiernos priistas a panistas, “es de una pérdida en el acceso de los recursos que permiten una vida digna y un desarrollo estable. En su lugar, se revela un incremento de presiones y abandonos que acentúan la vulnerabilidad de las poblaciones humanas, los recursos naturales y las especies silvestres”, afirma.

¿Qué sucedió en 20 años? Eventos ambientales “sorprendentes” como las nevadas de 1997 y 2010, el incendio de La Primavera en 2005 que ocasión la peor contingencia atmosférica en Guadalajara y el desastre humano mayúsculo de la historia de Jalisco: la explosión del colector oriente, que mató a más de 200 tapatíos.

Institucionalmente, se dan esfuerzos reales para enfrentar el deterioro: una red de monitoreo atmosférico de la ciudad, una secretaría especializada en el ramo ambiental, programas de manejo para áreas naturales protegidas, declaratorias de sitios Ramsar y un acuerdo universitario enfocado a la investigación sobre el desarrollo sostenible.

“Pese a los esfuerzos mencionados, no se ha logrado detener la degradación ambiental, pues no se han implementado acuerdos y acciones suficientes que modifiquen y regulen las fuerzas motoras del deterioro, los cuales establezcan un ordenamiento territorial que mitigue los costos ambientales y sociales provocados por la especulación para la obtención de grandes, rápidas y fáciles ganancias…”.

Las cuatro fuerzas motoras. Curiel señala que se trata del crecimiento poblacional, los hábitos de consumo, la tecnología y los criterios economicistas y de corto plazo en la toma de decisiones.

“En 1990, la mayor presión al ambiente se localizaba en la población establecida en el municipio de Guadalajara; en contraste, en 36 municipios se presentaba un decremento de población. Para 2010, son siete los municipios que más han aumentado su presión al ambiente —Guadalajara, Zapopan, Tonalá, Tlaquepaque El Salto, Tlajomulco y Puerto Vallarta—. En contraste, los municipios con crecimiento negativo suman 79”.

Esto significa que “el crecimiento poblacional se va centralizando […] lo que incrementa los niveles de presión al ambiente debido a la intensa carga poblacional que afecta el aprovisionamiento de los servicios”. Un ejemplo claro es el agua, con la que hay que subsidiar a los conglomerados humanos.

En el aspecto de tecnología, el problema es grave porque se creció casi cinco tantos más en vehículos automotores que en personas; en término de patrones de consumo, se demuestra por el aumento de la basura más del doble que la población. La tecnología en el tema de agroquímicos ofrece el siguiente dato preocupante: en 1990 se producía con fertilizantes agresivos al ambiente en poco más de un millón de hectáreas; ahora se hace sobre un millón 452 mil ha. La crisis de agua en zonas semidesérticas ha sido, erróneamente, respondida con tecnología y no sustentabilidad: Lagos de Moreno, que tiene en veda sus acuíferos por el abatimiento anual, de cinco a 20 metros, creció en 500 por ciento sus zonas de riego.

Otros datos: los bosques se han perdido en 42 por ciento y están degradados en 23 por ciento. Se pierden cada año 30 mil toneladas de maíz por suelos degradados. La salud ciudadana está deteriorándose por la exposición cotidiana al ozono y no se diga de las enfermedades emergentes, en tiempos de cambio climático.

La toma de decisiones para enfrentar todos estos retos, añade Curiel Ballesteros, demuestra pobreza en la visión de las consecuencias. Todo se sacrifica al dinero rápido y el empleo fácil, se decir, una visión limitada de desarrollo. Urge regresar el poder a la planeación y el bien común.

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