El movimiento campesino que se incorporó al PRI en 1989, a instancias de Carlos Salinas, se dice "ninguneado" por el priismo nacional y el del estado, con el cual se enfrenta más frecuentemente que con gobiernos panistas.
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO.
Antorcha Campesina, un movimiento político popular que nació en 1974 en el centro del país, y se adhirió al PRI en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, está más que dispuesto a salirse de ese instituto político, debido al “ninguneo total hacia nosotros”, una percepción que el dirigente en Jalisco, Eduardo Campos Flores y su vocero, Salvador Mateo Martínez, comparten con los líderes nacionales.
“En Jalisco son más de 20 mil agremiados, distribuidos en 30 municipios de las regiones Sur, Costa Norte y Costa Sur, Sierra Occidental, Valles, Centro, Los Altos y Ciénega; y de entre los simpatizantes fácilmente alcanzamos 50 mil”, explica Mateo Martínez. “El trato que nos ha dado el PRI Jalisco es el mismo ninguneo total hacia nosotros. La posición del antorchismo es en el mismo sentido que la está trazando nuestro máximo dirigente nacional, Aquiles Córdova Morán”, añade.
No hace falta recurrir a demasiadas indagaciones para probar esos frecuentes desencuentros. En los tres años que tiene al frente de Jalisco un gobierno priista, tras tres administraciones panistas, se han debido multiplicar manifestaciones públicas tanto en la capital de Jalisco como en municipios donde gobierna el tricolor, en reclamo de compromisos que, de última hora, se cancelan. El conflicto es de mucho mayor intensidad que el que se vivió con gobiernos blanquiazules. Los enfrentamientos verbales de la dirigencia estatal con el secretario General de Gobierno, Roberto López Lara, se convirtieron en “pan de cada día”.
Los agravios, múltiples: desde obras carreteras canceladas hasta urbanizaciones truncas, y hasta cosas simples como espacios para la venta de artesanías y productos campesinos de los agremiados. En buena medida han terminado en acuerdos, pero el desgaste es mayor, pues obliga a marchas, a tomas de edificios y a plantones por semanas en las plazas públicas.
Y este problema se repite, a niveles mayores, en los estados centrales como México y Puebla, donde están la mayoría de los afiliados. De la Ciudad de México llega el eco: “En el PRI siempre se nos ha tratado como arrimados, como apestados, siempre, no sé si exactamente todos. Siempre ha estado presente una fracción que, según yo, nunca nos ha digerido ni con salsa mil islas, no nos quieren, y desgraciadamente tengo la mayoría de veces una sensación de lo que leo, de lo que siento, que es esta corriente la que siempre se impone, la que nos mira mal, la que nos patea, la que nos insulta, incluso ha habido gente que dice ‘Antorcha no es del PRI’ y luego ‘vénganse, hay que votar por el PRI’, ¿cómo le vamos a hacer”, le dijo Aquiles Córdova Morán a El Universal.
Es fundador del movimiento; hace 42 años se reunió con 31 “campesinos e ingenieros agrónomos” y nació el Movimiento Antorchista Nacional. El dirigente asegura que los 32 miembros iniciales se multiplicaron “y hoy la organización tiene en sus filas a un millón 200 mil personas”, cuya salida es un lujo que podría pesarle al partido en el poder.
“Nosotros no nacimos pensando en que seríamos un componente del PRI. Nosotros comenzamos a trabajar en una organización absolutamente independiente de cualquier partido político porque desde que yo era estudiante de Chapingo me pude dar cuenta de que los partidos políticos son maquinaria para mover a la gente y vote por las personalidades o líderes que el propio partido le propone a la gente. Esa forma de operar, para la visión que yo tenía de las necesidades de la gente del campo, definitivamente resultaba inadecuada, opuesta a los intereses que nosotros perseguíamos. De tal manera que nosotros no nacimos pensando en ser o pertenecer a un partido político, sino en crear una organización independiente que naciera desde abajo, organizara a los más pobres entre los pobres para su defensa”, agrega el líder nacional.
Los detractores de Antorcha vinculan la inclusión en el PRI del movimiento, a las negociaciones de Raúl Salinas de Gortari, con quien sostenían amistad y trayectorias en movimientos de izquierda campesina algunos de los fundadores de Antorcha Campesina.
Pero el dirigente cuenta otra versión: “Cuando se hace candidato a la presidencia de la República Carlos Salinas de Gortari buscamos una entrevista con él, la cual se realizó en un hotel de Puebla. Lo que le pedimos fue que nos diera un reconocimiento legal porque estábamos temerosos, se había desatado una campaña para ponernos fuera de la ley, y como blanco de la represión. Nosotros creíamos que eso se podía atenuar si se nos daba un registro legal. ‘Queremos que usted, señor candidato, que va para presidente de la República y al que le hemos oído hablar de lo que piensa del campo mexicano, nos extienda algún reconocimiento que nos ponga a salvo de estos ataques, de esta imagen de ilegales y peligrosos”. La negociación terminó sumando al movimiento al sector campesino del PRI, compañero incómodo de la enorme y crecientemente rebasada Confederación Nacional Campesina (CNC).
“Los Antorchistas siempre hemos reconocido el gesto de Carlos Salinas para ayudarnos a salir del pozo, de la clandestinidad, donde nos quería ahogar la propaganda negra”, agregó Córdova.
ías pero en una década se ha multiplicado: lidera decenas de peticiones en zonas rurales, serranas, pero también en la periferia del área metropolitana de Guadalajara. Sus dirigentes locales aseguran que han logrado etiquetar presupuestos para obras de sus agremiados gracias a la pequeña bancada antorchista en el Congreso de la Unión. “Estamos cada día más fuertes y al alza”, repone Mateo Martínez. Este es el movimiento incómodo que está por dejar al PRI. El costo que le signifique, se reflejará en el proceso electoral de 2018, pero más de inmediato, en las tensiones crecientes entre las demandas de sus miembros y la clase política en el poder.
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