miércoles, 22 de marzo de 2017

Juanacatlán, pasaje a un río moribundo



La contaminación por aguas negras y residuos industriales mató a toda una región hace casi 40 años; el gigantismo urbano no permite esperanzas en el corto plazo.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

La nata espesa de un aire enrarecido, nebuloso, flota con pesadez sobre la atmósfera nocturna de El Salto y Juanacatlán, como conteniendo la respiración de un mundo transtornado entre los parpadeos de las luminarias artificiales de poblados y caminos y el sordo rumor de la caída de agua del río Santiago, que colecta miles de kilómetros de líneas de drenaje doméstico del sur de la ciudad y volúmenes tóxicos de esas fábricas cercanas que cambiaron la vida despreocupada de una comunidad, hace más de cuatro décadas.

Pablo García Aceves ha visto emerger esa presencia gaseosa, deriva de procesos de combustión de factorías de los giros más diversos, del manejo del tiradero de basura metropolitano, enclavado apenas un kilómetro de la cabecera municipal de El Salto, pero sin duda, también efecto de la brisa nocturna que se levanta ligera desde el río adulterado.

“Tipo tres de la mañana, cuando nos desvelábamos y nos veníamos caminando por la petroquímica, se veía una nube de contaminacion, casi a diario se pone, por el crucero de El Castillo, hacia El Salto […] y se forma una nata que no se mueve, entonces toda la noche estás respirando, mientras duermes respiras todo eso, te levantas oliendo a huevo podrido…”.

García Aceves, arquitecto de profesión, malogrado bañista y pescador, es testigo de 60 años de historia de un par de cabeceras enclavadas al final del valle de Toluquilla, que alguna vez fueron un sueño lejano y bucólico para una ciudad que se modernizaba. Hoy vive al lado de una cloaca.

Caracterización

El tema de la contaminación del agua y sus efectos sobre la población humana en la cuenca de El Ahogado y el río Santiago, se ha convertido en uno de los expedientes ambientales más famosos y preocupantes de América Latina. En medio del negacionismo cíclico de las autoridades sanitarias locales y federales, la documentación sobre lo que corre en la corriente fluvial, y lo que esto provoca en los habitantes expuestos de forma permanente, es cada vez mayor.

El más reciente de los documentos oficiales, el Programa de manejo integral de la cuenca Río Santiago-Guadalajara, elaborado por el Centro de Investigaciones de Geografía Ambiental de la UNAM por encargo del gobierno de Jalisco (Semadet), confirma ambos temas.
“Se incrementa el problema de contaminación que exhibe, conforme se incrementa la densidad poblacional y la presencia de industrias, lo cual indica que el tratamiento de agua está siendo insuficiente”, señala el documento, entregado en diciembre de 2016 a la autoridad. Señala tres fuentes de contaminación más importantes: el agua negra proveniente de las viviendas, que se produce por encima de la capacidad de manejo de la planta de tratamiento de El Ahogado; “los escurrimientos de las zonas agrícolas que acarrean excesos de fertilizantes nitrogenados y fosforados”, y “los desechos industriales particulares”.
El análisis parte del proceso de monitoreo que ha sostenido la Comisión Estatal del Agua (CEA) desde el año 2009, de forma ininterrumpida, en trece sitios distintos de la cuenca. Por un lado, ese monitoreo demuestra que se produce una carga orgánica tan grande, que incluso con el trabajo de la planta de El Ahogado (que trata alrededor de 2,300 litros por segundo) no puede ser degradado por el río.

“La calidad química del agua en el río Santiago es muy baja, siempre”, es decir, es un dato consistents desde 2009 hasta 2016.Los registros de los trece sitios de monitoreo de ese lapso suman 832 registros totales, que demuestran ese aserto.

En el tema de materia fecal, se rebasa el límite permitido en 722 ocasiones, pese a que de por sí, hay un límite “demasiado flexible”. Es decir: “en los parámetros de la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Ambiental de los Estados Unidos (EPA), los límites de coliformes totales en “número más probable” o NMP son : cero NMP para el agua de beber, y de 250 a 500 NMP para agua de primner contacto humano [nadar]”. Pero el gobierno mexicano permite mil NPM, y el río Santiago ni siquiera suele quedar en ese registro.

Fósforo total, alumninio, nitrógeno amoniacal, sulfuros, demanda química de oxígeno, oxígeno disuelto, mercurio, sustancias activas de azul de metileno, bario y sólidos suspendidos totales incumplen la laxa norma mexicana en más de 400 de los 832 registros.

El panorama desolador tiene una causa clara: la economía. La mayor parte de los componentes peligrosos derivan de más de 150 industrias enclavadas en el corredor industrial de El Salto, pero en realidad, toda la cuenca tributa descargas fabriles de 7,810 industrias del área metropolitana de Guadalajara y 1,472 industrias de la cuenca alta del Santiago y el Zula.

“Este número de empresas se insertan en nueve ramos y numerosos subramos: industria alimenticia, 675 empresas; industria de las bebidas, 1,549; industria de pieles, 657; industria textil, 1,398; industria de productos de celulosa e impresión, 1,663; industria química, 1,097; industria del vidrio, cemento y sus nsubproductos, 686; industria de materiales de la construcción, 1,546; e industria de minería, 11”.

Del total, 516 son grandes empresas, es decir, 5.6 por ciento del total; 443 están en el AMG. En ese sector, predominan la industria química, con 167 empresas; industria de bebidas, con 90; industria alimenticia con 88; celulosa y papel con 53; pieles con 50. “Es decir, se concentran en las principales consumidoras de agua y emisoras de contaminantes, algunos peligrosos para la vida en el caudal del río Santiago”, añade el documento.

Los daños en la salud ya habían sido abordados (2013) por un informe especial de Greenpeace, Un Salto de Vida y la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS):

“Encontramos que en el cuatrienio de 2007 a 2010, se presentó una mayor tasa de mortalidad debido a diarreas y gastroenteritis de presunto origen infeccioso, enfermedad renal hipertensiva, estado asmático e insuficiencia renal no especificada en el municipio de Juanacatlán, mientras que en el municipio de El Salto se observa un incremento en las tasas de mortalidad a causa de enfermedad renal hipertensiva, insuficiencia renal crónica e insuficiencia renal no especificada” (ver http://www.greenpeace.org/mexico/global/mexico/report/2012/9/informe_toxicos_rio_santiago.pdf).

También “analizamos la mortandad por tumores y malformaciones congénitas en la población de niños menores a 15 años. Encontramos que tanto en El Salto como en Juanacatlán, las tasas de mortandad por tumores malignos del sistema digestivo y marginalmente la leucemia linfoide y cáncer de mama superaron la media estatal. En cuanto a las malformaciones congénitas, algunas de ellas no tienen registro dado que no son letales. Sin embargo, al comparar la suma total de mortandad por malformaciones, los datos muestran que las comunidades de El Salto, Juanacatlán y Ocotlán han presentado tasas mayores que la media estatal”.

Vida y muerte

“El río está agonizando. No tarda en morir”, señala Rubén Ruvalcaba Suárez.

“Nosotros íbamos y nos bañábamos, aprendimos a nadar, bebíamos agua de ahí, comíamos pescado; la fábrica [textil de El Salto] ponía llaves en todas las cuadras para que la gente de ahí se abasteciera, pero eso fue hace más de 50 años”, secunda Pablo García. Llegaban turistas extranjeros al ver el espectáculo del “Niágara mexicano”; los muchachos se tiraban clavados y les regalaban monedas, eran duchos. Y vivían en feliz despreocupación.

Toda la ribera estaba poblada de cultivos de hortalizas, de huertas de mango, guayaba, membrillo, perón, durazno, aguacate criollo. El río bullía de vida: bagres, lisa, tilapias, chacales (camarón de río), cangrejo. Incluso se asomaban las nutrias (perros de agua), el gato montés, y un poco más arriba, los venados.

“No había mucho trabajo en ese tiempo, no había muchas empresas y la gente se alimentaba del río, sacabas el pescado de Juanacatlán y lo vendías en el mercado de El Salto; los padres ganaban seis pesos a la semana, eran familias numerosas con cinco hasta 15 hijos, así que el rio fue fundamental para esa etapa de la vida […] luego se vinieron las fábricas del corredor; la primera fue la petroquímica, la Cipsa, luego textiles; llegaron y dieron empleo, pero contaminaron al río”, agrega.

Los jóvenes Rubén y Pablo se habían habituado, a partir de 1971, a que se soltara ocasionalmente un residuo tóxico, pero fue en 1978 cuando se dieron cuenta que ya no podrían nadar nunca más.

“Vimos a los bagres salir, y esos siempre están en el fondo, en las piedras […] fuimos listos, ya no comimos de ese pescado. Luego, como hubo empleo en las fábricas, nos fuimos a trabajar y ya no pasábamos al río. Nos acostumbramos a verlo contaminado”. Hoy sólo prosperan el resistente lirio, la gallareta un pájaro negro, y algunos patos despistados.

Así fue que se jodieron Juanacatlán y El Salto, piensa Pablo García, esas noches insomnes en que deambula bajo la nata de gases malignos, que invaden las casas, y pillan a los durmientes en insospechadas pesadillas.

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Claves

Algunos datos

El área metropolitana de Guadalajara se encuentra completa en la cuenca del río Santiago; pero mientras su cuenca central, Atemajac, vierte directo al río Santiago, la cuenca del sur, El Ahogado, llega a El Salto de Juanacatlán, sumada al dren principal que proviene de Chapala

La grave contaminación de El Ahogado es el expediente más vistoso de daño ambiental que tiene el país y ha sido observado por la ONU, que ha recomendado al gobierno federal atención prioritaria

Esa cuenca concentra 60 por ciento del crecimiento urbano de Guadalajara desde 1995


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