sábado, 14 de junio de 2014

Cambió la estafeta, y quedaron todos tan amigos



Roberto López es el nuevo secretario de Gobierno y promete ser eficaz y conciliador.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

La uniformidad de ayer es el triunfo de una estética: todos aplauden, todos se levantan o se sientan, todos se entusiasman y profieren elogios; en este mundo perfecto no hay espacio para la ironía, que es disonancia y voluntad de ruptura cuando se trata de afianzar una imagen: la cordialidad entre rivales.

Milagros del estilo político priista se vivieron en la tempranera toma de protesta de Roberto López Lara, el Chino para sus cuates y conocidos, como secretario General de Gobierno, en el lugar de Arturo Zamora Jiménez, senador con licencia cuya relación con cierto sector del gabinete se había tornado, por decirlo con sutileza, complicada.

Pero Zamora sonreía sentado a la siniestra (del latín sinister; la primera acepción de este adjetivo, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua: “Dicho de una parte o de un sitio: Que está a la mano izquierda”) de su hoy ex jefe, el gobernador Aristóteles Sandoval Díaz. A la derecha de esta trinidad de santuario republicano (el ex recinto legislativo del palacio de gobierno), el ungido: un Roberto López muy peinado, pulcro y elegante.

Dos discursos concisos y moderados: promesa de continuidad, agradecimiento por los esfuerzos de quince meses, una apuesta a ampliar el diálogo con otros poderes; luego se emocionan: un Jalisco que cambia para bien, un esbozo del eudemonismo político (esa teoría que señala que el hombre siempre busca ser feliz) profundamente aristotélico -pero el Aristóteles de Estagira, Macedonia-, que el de Jalisco quiere para sus gobernados. La despedida del ex alcalde de Zapopan da espacio para alguna euforia excedida pero no salen las convicciones más íntimas, serían mácula imperdonable al espectáculo.

A la salida de la breve toma de protesta, Zamora maneja la mano izquierda, pero saluda de derecha a sus adversarios y promete tomarse unas vacaciones antes de regresar a la cámara alta; el gobernador platica afable con periodistas de asuntos triviales –el México contra Camerún lo espera con su corbata verde- y serios –la presa El Zapotillo y la desinfomación permanente de la Conagua-; López Lara apunta sus intenciones y se compromete con la eficacia. No cae en la tentación que le pone un diablo de reportero: despotricar porque no es el jefe de gabinete. Todos estamos bien.

Dicen los amargados que la política es siniestra (otra acepción de RAE, muy elocuente: “Propensión o inclinación a lo malo; resabio, vicio o dañada costumbre que tiene el hombre o la bestia”), pero esto es una reunión de amigos. Comienza una segunda etapa de gobierno, con menos incomodidades, habrá que suponer.

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