miércoles, 30 de noviembre de 2011

Urbanizar El Bajío contaminará todo el acuífero


Es un manto altamente frágil, muy permeable y fácil de contaminar el que existe en el área; el gobierno trata de minimizar los daños ocasionados por la Villa Panamericana en la zona, advierte Arturo Gleason Espíndola, consultor especialista en aguas subterráneas

Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO. Edición del 14 de noviembre de 2011

Las ventajas de una zona de alta recarga de agua como es El Bajío del Arenal, que capta más de 60 por ciento del agua que cae como lluvia en su superficie, se convierten en desventajas al realizarse sobre ese territorio acciones de urbanización, que reducen el coeficiente de recarga y generan aguas negras de difícil manejo. Si a esto se añade el desnivel de este valle en relación con la zona metropolitana de Guadalajara, es previsible que las aguas negras penetrarán hacia el subsuelo y se provocarán daños en una de las grandes riquezas de todas las ciudades: sus aguas subterráneas, apunta el consultor Arturo Gleason Espíndola.

En un análisis que entregó a MILENIO JALISCO, el investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG) advierte que el problema de las descargas de aguas negras de la Villa Panamericana durante los Juegos Panamericanos fue minimizado por el gobierno, por lo que entrega elementos no sólo para exigir que se dictamine con precisión el daño y sea restaurado, sino para que se sienten las bases para frenar la urbanización en las 1,200 hectáreas de El Bajío, una zona que debe preservarse por el bien del conglomerado urbano.

“Es probable que el dictamen final de la parte gubernamental minimice el daño para seguir adelante con la operación del complejo y su inminente venta, sin olvidar llevar a cabo el desarrollo urbano supuestamente sustentable que el gobierno municipal de Zapopan tiene planeado ejecutar para sepultar esta zona de recarga”, advierte.

Así, detalla los impactos que se avecinan en caso de que la urbanización culmine: “Hay que tener en claro que las aguas subterráneas desempeñan un papel fundamental en la salud económica social de Guadalajara, ya que sacian la sed de 30 por ciento de la población. Si no se protegen las aguas subterráneas, tanto en términos de cantidad como de calidad, habrá escasez de agua y aumentarán los costos de abastecimiento, con evidentes daños a la salud humana”.

Sin embargo, “a pesar de la repetidas advertencias y exhortos que se hicieron para no construir la Villa en una zona de recarga, esto se llevó a cabo. Es evidente que uno de los riesgos que se subestimaron fue el de la contaminación de las aguas subterráneas, sobre todo cuando la zona es baja y es complicado elevar las descargas hacia otros puntos más altos para drenarlas”.

La urbanización afecta las aguas subterráneas de dos maneras: uno, “modificando radicalmente las modalidades y las tasas de recarga del acuífero”, y dos, “afectando adversamente la calidad de las aguas subterráneas”.

De este modo, “al construirse la Villa en una zona de recarga la tasa de infiltración disminuyó a pesar de la construcción de los pozos de infiltración. Nunca se infiltrará la misma cantidad de agua en condiciones naturales que la que se pudiera infiltrar a través de muchos pozos”. Pero además, la urbanización también “tiende a disminuir la evaporación y a aumentar y acelerar los escurrimientos superficiales”. Es probable que este aumento de escurrimiento “afectara el funcionamiento de las plantas de tratamiento instaladas. El problema es que mientras se tenga planeado darle un ‘desarrollo urbano sustentable ordenado’ [sic], la cubierta impermeable crecerá provocando inundaciones de aguas pluviales mezcladas con aguas negras. Por lo tanto, no habrá planta de tratamiento que pueda limpiar tal cantidad de agua y ni espacio disponible para la instalación de esta infraestructura. Crece el flujo a nivel por la urbanización, crecerá la necesidad de espacio para tratar lo que ya no se infiltra”.

En cuanto a la calidad del acuífero, “de manera abrupta fue afectada con la descarga directa al suelo. Es lamentable que en vez de evaluar el daño con detenimiento, la autoridad trate de calificar lo sucedido como un ‘daño menor’. Es una declaración que delata la ignorancia y el desatino que caracteriza a nuestra clase política. Es indudable que el daño a la calidad del agua es real, pero la pregunta es ¿en qué proporción? La ciencia nos da a conocer parámetros que permiten evaluar el daño a través de los protocolos internacionales en manejo de aguas subterráneas”.



De tal manera, “será necesario conocer un poco de lo que sucede cuando un contaminante afecta un acuífero para establecer la metodología de restauración, dejando de lado los análisis tendenciosos y los apasionamientos irracionales”.

El consultor entregó a este diario dos modelos generales de acuífero: el protegido, de bajo riesgo de contaminarse por estar relativamente confinado por una capa de piedras, o el frágil, que no tiene esa capa de protección e infiltra todo en un manto arenoso, caso de El Bajío (ver gráficos anexos).

“En cuanto a la protección del acuífero, hay menor riesgo a la contaminación en acuíferos naturalmente bien protegidos —terreno impermeable— que en acuíferos vulnerables o permeables. La caída de agua de estos últimos muy a menudo requiere la aplicación de tratamientos complejos y costosos”.

En el caso de la cuenca El Bajío, “como en la mayoría de las subcuencas del valle de Atemajac, los acuíferos son vulnerables, de tal manera que el riesgo de contaminación es alto. Partiendo de esta premisa, es necesario considerar el grado de vulnerabilidad de la zona y detener la urbanización inmediatamente, ya que no cuenta con protección natural. Ahora, una vez que sabemos que el acuífero está desprotegido, es necesario conocer cuál es el comportamiento de los contaminantes en un acuífero para determinar el grado del daño”.

En el caso de este evento, “el volumen de descarga de aguas negras al suelo no fue menor. Se comentó que la Villa tuvo un aforo máximo de 18 mil personas durante quince días, si tomamos un promedio de nueve mil personas y les asignamos 150 litros por habitante al día, nos da un volumen de un millón 350 mil litros al día, pero a este volumen hay que descontar 20 por ciento de pérdida entre lo que entra y lo que sale, por lo tanto, obtenemos un volumen de un millón 80 mil litros/día o un caudal de descarga de 12.5 litros por segundo”.

Este volumen por quince días que duró la justa deportiva, “obtenemos 16 millones 200 mil litros vertidos a la zona de recarga.

“Ante tal volumen, ahora le pregunta es ¿cómo se dispersó y diluyó este volumen en las aguas subterráneas? El dictamen que se acaba de difundir sobre que los pozos no se contaminaron es precipitado, cuando el volumen que se descargó no es menor y los puntos de descargas están dispersos en varios puntos de la zona”, añade.

Así, “es necesario hacer un estudio a profundidad para dictaminar el área de dispersión de la contaminación y el grado de dilución en las aguas subterráneas en base a los protocolos internacionales, para determinar la estrategia de restauración”.

Pero sobre todo, insiste, “es necesario detener toda urbanización en la zona y renunciar a cualquier plan de desarrollo urbano. La autoridad y la sociedad deben entender que las zonas de recarga no se urbanizan. No existe urbanización sustentable en una zona de recarga”.

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Cómo se sanea un acuífero

••• Cuando la contaminación se ha producido y alcanzado gran extensión, “la regeneración es inviable técnica o económicamente”. En el caso de la Villa Panamericana “todavía se está a tiempo de actuar”, advierte el consultor Arturo Gleason Espíndola. Las medidas son de dos tipos:

A) Actuaciones en el origen de la contaminación: uno, remoción de tierras o residuos de la superficie; dos, aislamiento de los residuos, con impermeabilizaciones verticales o debajo de ellos; tres, si la superficie freática alcanza los residuos, hacerla descender, con barreras o bombeos; cuatro, controlar o desviar la escorrentía superficial

B) Actuaciones en el acuífero: uno, bombeo intenso del acuífero contaminado, a veces con caudal intermitente o variable para un mejor rendimiento y, eventualmente, inyección simultánea de agua limpia; dos, flujo forzado de aire o de vapor para volatizar los contaminantes, normalmente en la zona no saturada; tres, construcción de barreras impermeables o filtrantes (con alguna sustancia que retenga o actúe sobre el contaminante) en acuíferos poco profundos; cuatro, en varios de estos procesos se utilizan las baterías para degradar los contaminantes orgánicos.

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